¿Está bajo asedio la libertad de expresión en México?

26 de septiembre de 2020

Por Orlando Mora

Grupo de personas afirma que el presidente López Obrador es una amenaza a la libertad de expresión.

Portadas de diarios mexicanos.

El 17 de septiembre se difundió un breve mensaje firmado por un grupo de 650 mexicanos pertenecientes a varios ámbitos, encabezado por los escritores Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, en el que manifiestan su preocupación de lo que ellos consideran un asedio a la libertad de expresión y una amenaza a la democracia en México, proveniente de los discursos divisorios del presidente Andrés Manuel López Obrador.

La notoriedad y amplia difusión del desplegado se debe a la posición de poder del que gozan sus firmantes: son escritores, periodistas, científicos, historiadores, filósofos, conductores, etc. 

Este grupo ha usado su libertad de expresión para manifestar su pensamiento. Tienen derecho, como cualquier ciudadano, pero México es mucho más que 650 personas. México son 126.2 millones de personas de todos los credos, y filosofías, y pensamientos, y estratos sociales, y niveles académicos.

¿Qué piensa la gente de la calle, la que camina deprisa por las banquetas y toma el pesero y el metro para recorrer trayectos de dos horas para llegar a sus trabajos? ¿Y los que labran la tierra y cuidan su granja en el campo? ¿Quién habla por ellos?

En una democracia los debates necesitan involucrar a todos los sectores de la sociedad. No hacerlo implica dejar sin voz a unos mientras los otros propagan la suya por todos lados, creando la falacia de que su opinión representa la de la mayoría de los ciudadanos.

Encuestas recientes indican que la popularidad presidencial es de 60%. Nos preguntamos qué parte del 40% restante, la oposición, está de acuerdo con el desplegado de las 650 personas.

Es falso que exista en México una amenaza a la libertad de expresión o a la democracia. Los medios y las personas pueden publicar libremente cualquier cosa contra el gobierno. El presidente Obrador no ha mandado clausurar o reprimir ningún medio de comunicación, programa o publicación. Las emisiones televisivas y las plumas impresas siguen al aire, ejerciendo libremente su derecho a criticar las acciones del gobierno.

Tampoco el presidente amenaza con represalias a los medios. Por el contrario, dice que “nunca jamás vamos a restringir las libertades, no va haber censura, no va haber persecución a nadie, se va a garantizar a plenitud la libre manifestación de las ideas, la libertad de expresión, la libertad de prensa”.

Ahora la crítica es más fuerte porque, paradójicamente, la prensa ejerce con mayor libertad e independencia su oficio, al romperse la relación con el gobierno cuando López Obrador quitó el chayote, el dinero gubernamental que antes recibían los medios para hablar bien del presidente.

Datos sugieren que abrumadora mayoría de conductores, locutores, opinadores, analistas, columnistas, escritores y periodistas que tienen espacios en los medios, son de tendencia de derecha.

En un ambiente así es natural que medios arropen a un presidente de derecha, critican a un presidente de centro y sean implacables contra un presidente de izquierda. 

Crean la imagen de un presidente autoritario y dictador, que pone en asedio la libertad de expresión y en peligro la democracia. Dicen que el presidente se reelegirá de por vida, como Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Pregonan sin cesar que la deuda, la inflación y el dólar alcanzarán niveles históricos. Repiten que México se convertirá en Venezuela. Todo esto basado en invenciones y especulaciones. Lo hacen libremente, pero se quejan de asedio a la libertad. Y la prensa internacional recoge esta imagen.

Resulta difícil sostener la neutralidad y objetividad cuando el escritor o periodista profesa una corriente política. Alaba a alguien de su propia corriente y despotrica a otro de la corriente contraria. Los datos se analizan bajo su mirada, de manera tendenciosa y sesgada, haciendo prevalecer su corriente.

De lo que se quejan los 650, y que es novedoso en todo este asunto, es que el presidente usa su tiempo mañanero para responder a las críticas, algo que los medios no están acostumbrados. Ellos pueden cuestionar, pero no admiten ser cuestionados.

Los medios necesitan asimilar que enfrente hay un presidente dueño de una manera de gobernar más frontal y dinámica con el manejo de información; un presidente que recorrió un largo camino desde la oposición antes de llegar al poder, acostumbrado a remar siempre a contracorriente.

Los medios piden que el presidente calle, que no use su posición para enjuiciar, censurar, atacar, mentir o dividir, cuando los medios desde siempre hacen exactamente eso.

Es tiempo de aceptar que el debate entre el presidente y los medios es indispensable para fortalecer la libertad de expresión y la democracia.

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