Francisco, el inquisidor

4 de octubre de 2020

Por Orlando Mora

Quemaba vivo a cada uno de los morenistas en el Zócalo capitalino, Pedro, te lo juro.

Francisco Martín Moreno













Uno de los temas recurrentes en los libros del escritor Francisco Martín Moreno son críticas mordaces a la actitud de la iglesia católica romana en la Inquisición, creada con el fin de perseguir, castigar y aplicar pena de muerte a los herejes, a los que no creían o pensaban lo que la iglesia enseñaba.

En sus libros también critica al presidente Andrés Manuel; lo hizo desde que este era candidato. Su última novela, Ladrón de esperanzas, es una delirante descripción de un México socialista gobernado por un eterno dictador que se robó la democracia en 2018. Imaginación mezclada con su aversión al presidente dan vida a esta novela ficticia que no tiene que ver con la realidad, en la que el escritor trata de infundir miedo al lector ante lo que él considera predicciones seguras para el futuro de México.

Martín Moreno se autoproclama como el escritor más leído en México, con novelas de temas históricos. Siempre envuelto en la polémica, con declaraciones y datos que tienen más relación con mercadotecnia que con hechos verdaderos.

El 1 de octubre hizo declaraciones en la radio que causaron revuelo. Dijo que si viviera en tiempos de la Inquisición “quemaba vivo a cada uno de los morenistas en el Zócalo capitalino”. 


Declaración lamentable, que además de profundizar más la división de pensamiento en tiempos polarizantes, es grave porque desnuda el grado de intolerancia y autoritarismo hacia quienes piensan diferente, en pleno siglo XXI.

Tanto criticó el escritor la intolerancia religiosa, cuando en el fondo él mismo es intolerante y beligerante. Del encono y el odio hay poca distancia a las amenazas de muerte y a la agresión física. En cualquier momento cualquiera puede escupir su agresividad.

Al día siguiente el escritor minimizó sus dichos al ofrecer “una sincera disculpa por la metáfora literaria impropia de las redes”. Se reconoce el gesto, aunque no admite el error de que hizo un llamado al genocidio de los seguidores del presidente, a quienes llamó traidores a la patria. Lo dejó bien claro ante el conductor: “Pedro, te lo juro”. 
 

¿La metáfora significa combatir intelectualmente a los engañados seguidores de AMLO? Bastaba con decirlo de esa manera. ¿El escritor medirá sus palabras de ahora en adelante o aumentará su intolerancia metafórica?

El presidente no dejó pasar esta declaración. Escribió que “ahora que sostiene que nos quemaría a los morenistas uno a uno en el Zócalo, como en la Inquisición, me preocupa no solo por la propagación del odio, sino por el silencio abrumador de los supuestos antifascistas”.


El escritor condenará esta respuesta como un acto de autoritarismo presidencial y no reconocerá que su frase metafórica la expresó porque en el país existe libertad de expresión.

En plena campaña electoral en 2018, circuló un video en redes donde se ve a Paco Ignacio Taibo II, actual director del Fondo de Cultura Económica, haciendo un llamado a fusilar a quienes apoyaron la reforma energética aprobada en 2013.


Condenables ambas expresiones, no las personas, de Francisco Martín Moreno y de Paco Ignacio Taibo II. Martín Moreno ofreció disculpas. Aún se esperan las de Paco Ignacio.

No puede tolerarse ningún llamado a la violencia física contra quienes piensan diferente. La oscuridad acecha sigilosa en todas partes. El diálogo y el debate libre de ideas impedirán que la inquisición salga y nos domine.

¿Está bajo asedio la libertad de expresión en México?

26 de septiembre de 2020

Por Orlando Mora

Grupo de personas afirma que el presidente López Obrador es una amenaza a la libertad de expresión.

Portadas de diarios mexicanos.

El 17 de septiembre se difundió un breve mensaje firmado por un grupo de 650 mexicanos pertenecientes a varios ámbitos, encabezado por los escritores Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, en el que manifiestan su preocupación de lo que ellos consideran un asedio a la libertad de expresión y una amenaza a la democracia en México, proveniente de los discursos divisorios del presidente Andrés Manuel López Obrador.

La notoriedad y amplia difusión del desplegado se debe a la posición de poder del que gozan sus firmantes: son escritores, periodistas, científicos, historiadores, filósofos, conductores, etc. 

Este grupo ha usado su libertad de expresión para manifestar su pensamiento. Tienen derecho, como cualquier ciudadano, pero México es mucho más que 650 personas. México son 126.2 millones de personas de todos los credos, y filosofías, y pensamientos, y estratos sociales, y niveles académicos.

¿Qué piensa la gente de la calle, la que camina deprisa por las banquetas y toma el pesero y el metro para recorrer trayectos de dos horas para llegar a sus trabajos? ¿Y los que labran la tierra y cuidan su granja en el campo? ¿Quién habla por ellos?

En una democracia los debates necesitan involucrar a todos los sectores de la sociedad. No hacerlo implica dejar sin voz a unos mientras los otros propagan la suya por todos lados, creando la falacia de que su opinión representa la de la mayoría de los ciudadanos.

Encuestas recientes indican que la popularidad presidencial es de 60%. Nos preguntamos qué parte del 40% restante, la oposición, está de acuerdo con el desplegado de las 650 personas.

Es falso que exista en México una amenaza a la libertad de expresión o a la democracia. Los medios y las personas pueden publicar libremente cualquier cosa contra el gobierno. El presidente Obrador no ha mandado clausurar o reprimir ningún medio de comunicación, programa o publicación. Las emisiones televisivas y las plumas impresas siguen al aire, ejerciendo libremente su derecho a criticar las acciones del gobierno.

Tampoco el presidente amenaza con represalias a los medios. Por el contrario, dice que “nunca jamás vamos a restringir las libertades, no va haber censura, no va haber persecución a nadie, se va a garantizar a plenitud la libre manifestación de las ideas, la libertad de expresión, la libertad de prensa”.

Ahora la crítica es más fuerte porque, paradójicamente, la prensa ejerce con mayor libertad e independencia su oficio, al romperse la relación con el gobierno cuando López Obrador quitó el chayote, el dinero gubernamental que antes recibían los medios para hablar bien del presidente.

Datos sugieren que abrumadora mayoría de conductores, locutores, opinadores, analistas, columnistas, escritores y periodistas que tienen espacios en los medios, son de tendencia de derecha.

En un ambiente así es natural que medios arropen a un presidente de derecha, critican a un presidente de centro y sean implacables contra un presidente de izquierda. 

Crean la imagen de un presidente autoritario y dictador, que pone en asedio la libertad de expresión y en peligro la democracia. Dicen que el presidente se reelegirá de por vida, como Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Pregonan sin cesar que la deuda, la inflación y el dólar alcanzarán niveles históricos. Repiten que México se convertirá en Venezuela. Todo esto basado en invenciones y especulaciones. Lo hacen libremente, pero se quejan de asedio a la libertad. Y la prensa internacional recoge esta imagen.

Resulta difícil sostener la neutralidad y objetividad cuando el escritor o periodista profesa una corriente política. Alaba a alguien de su propia corriente y despotrica a otro de la corriente contraria. Los datos se analizan bajo su mirada, de manera tendenciosa y sesgada, haciendo prevalecer su corriente.

De lo que se quejan los 650, y que es novedoso en todo este asunto, es que el presidente usa su tiempo mañanero para responder a las críticas, algo que los medios no están acostumbrados. Ellos pueden cuestionar, pero no admiten ser cuestionados.

Los medios necesitan asimilar que enfrente hay un presidente dueño de una manera de gobernar más frontal y dinámica con el manejo de información; un presidente que recorrió un largo camino desde la oposición antes de llegar al poder, acostumbrado a remar siempre a contracorriente.

Los medios piden que el presidente calle, que no use su posición para enjuiciar, censurar, atacar, mentir o dividir, cuando los medios desde siempre hacen exactamente eso.

Es tiempo de aceptar que el debate entre el presidente y los medios es indispensable para fortalecer la libertad de expresión y la democracia.